El tío Nelson la chancha y un trago

Wednesday, February 27, 2008

Resistencia, Chaco. NE de la Argentina. Década del 70. No había telefonía celular, la única que existía era estatal y malísima, y si bien no era una maravilla, teníamos un servicio ferroviario provisto por el Estado que unía numerosas localidades a lo largo y a lo ancho del país -en el mapa un tramo del viaje atravesando la Provincia de Santa Fe- que hoy languidece en el olvido o ha muerto....

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Primera Parte


En aquellos años, previos a los años de plomo, y si bien la cosa ya venia dura, allá por el 73 o 74, fue una decisión de enterrar las hachas y hacer la paz en la familia. Ya dije que en mi familia las cosas son complicadas y para entenderlas hay que ir dos siglos atrás, pero he aquí que después de años de no darse bola, los hijos de dos matrimonios distintos de mi abuela Rose decidieron festejar una Navidad como el presbiterianismo manda, todos juntos, olvidando viejos rencores en casa de mis padres (y donde yo me emborrache por segunda vez, se acuerdan?). Mi tía y mis primos -la familia de Robinson- llegaron con antelación en bus doble camello, con múltiples paradas en ruta; y con el tiempo justo para dejar a buen resguardo el jardín de rosas, el trabajo, y las andanzas, con posterioridad llegarían mis tíos: Lord Robinson y Nelson, el Gran Pez. Fue más por las andanzas del ultimo (atender algunos 'negocios', hacerse unas escapadas a la reserva toba para lograr la venta de la producción de cacharros de barro cocido a tiempo para que la comunidad tuviera algo que festejar, alguna amada de turno, unas partidas en algún tugurio para hacerse de efectivo, amigos en la mala que consolar, un contrabandito, incluido los regalos para sus sobrinos, lo mejor que hubiera de Paraguay, cosas que en Bs. As. no se conocían) mas que por otra cosa, la única forma que encontraron de llegar fue vía FFCC, servicio Nro. 707/708 del Belgrano, que partiendo del Chaco unía varias localidades Vía Tostado, un viaje de casi 72 hs. que dejaba a la Odisea de Homero por el suelo.

Pero el Lord se consoló con los pasajes en primerísima clase o pullman que sabe Dios de donde obtuvo y le puso Nelson delante de sus narices, consolándose que serian al menos larguísimas horas pero con aire acondicionado. Dos días antes de la Navidad -quiero decir, para llegar dos días antes de la Navidad- allí subieron los dos hermanos tan distintos como el día de la noche: Robinson era lo que definíamos como 'ropero' un tipo grandote, de tez blanco merluza, castañizo y también canizo, ojos verdes con la expresividad de una merluza congelada, sin gracia alguna, rígido, distante. Nelson, que portaba el nombre porque nació el día que de un certero balazo bajaron al verdadero Lord y héroe ingles, por esas ironías del destino era un tipo que amaba la vida como que más y a la única que eligió para hacerla su esposa, donde entraba llamaba la atención. Alto y espigado, mas allá de los rasgos físicos que lo habían favorecido, de las canas que se le disimulaban en un rubio ceniciento -que todas las matronas se mataban por conseguir en un pomo de tintura en una época que no quedaban bien los rubios dorados- de ojos que hablaban, histriónico, risueño, amigo de todo y de todos, tenia una rara cualidad para atraer lo bueno a su vida, un 'ángel' particular que no se ha vuelto a dar en la familia. El 'ángel' solo le dio en este caso para pullman y aquí fue que cayeron en cuenta que no es lo mismo este servicio que 'camarote' o compartimiento particular; se hallaron en un larguísimo vagón supernumerario, donde había que convivir con casi un centenar de personas, pero con toda la comodidad posible -asientos mullidos y apoyacabezas- para un viaje en donde había que poner el cuerpo y terminaba dolida hasta el alma. Robinson se instalo junto a la ventanilla como si fuera el Rey Jorge, saco su diario y se desentendió del mundo; Nelson a la media hora de viaje estaba aburrido y empezó a hacer el viaje caminando: de pullman a primera: asientos mullidos, apoyacabezas pero de color verde intenso y sin aire acondicionado, de primera a segunda o turista, donde los pasajeros se amontonaban en filas de tres y cuatro asientos iguales a los asientos de los trenes del conurbano, los bártulos amenazaban con hacer caer los portaequipajes y todas las familias parecían lucir cucardas de grandes reproductores por la cantidad de niños que lo hicieron batir en indigna retirada con un coro de llantos. No soportaba un llanto y menos sin tener un caramelo para calmarlo y no tenía en este viaje ninguno. Lo mas acogedor que encontró fue el coche comedor, un vagón con aspecto de antro de los años cuarenta, mas apropiado para él y donde se sentía mas cómodo en las frías mesas de formica gris que solo para almuerzo o cena ostentaban mantel, pero que dispensaba solo agua caliente para el mate, gaseosas y una aguachirle que llamaban café. Mate jamás probo por motu propio -solo si le convidaban y por no desairar-, gaseosas las odiaba y el aguachirle voló por la ventanilla, mientras no entendía a que los guardas recomendaban cuidar el agua, si a fin de cuentas era lo único que se podia tomar. Agua para lavarse las manos y en los sanitarios, le aclararon.





Es que era un viaje monumental, épico, cruzando con las vías que bajo el sol del subtrópico de Capricornio parecían débiles alambres recalentados y maleados por el sol, algunos tramos con bosques, paradas en estaciones de pueblos de mas de una hora y media para chequear números de vagones, subir cargas, bultos varios, gente que hacia el viaje solo hasta los pueblos y gente que subía para la gesta hasta Buenos Aires. Había que cruzar paralelos como el de los 28 grados de latitud sur, y ríos perezosos donde el puente era tan solo la vía y ríos caudalosos con puentes fortificados, como el Salado del Norte lo cual no garantizaba que alguna crecida se los llevara y a mitad de viaje se cambiaba de tripulación o sea de maquinistas. El tren no era un fornido dragón ni serpiente mitológica: Era una larga, larguísima serpiente vieja, que infundía respeto pero no temor, sin colmillos ni veneno, con sus escamas de pintura blancas por arriba, azules por abajo y una línea sanguínea en medio como remarcando la sangre vital de comunicación que hacia correr en su recorrido, dejando tras de si el viento de su paso cansino de los 90 km/hs. máximo que se desplazaba y un penacho de humo negro de gasoil mal quemado.


El viaje era lento, agotador, del cuerpo y la paciencia, a pesar de las pasadas de los mozos del coche comedor vendiendo bebidas, sándwiches y anotando la hora o turno para la cena: ni decir que Robinson avanzo en horario puntual al comedor a comer un menú preparado sobre los railes, al que hallo sin clase alguna, un potaje insípido y caro, pero no había otra cosa, sin notar que la mayoría de los comensales viajaban en su vagón y en primera. En la clase turista -eufemismo por tercera-, cada cual llevaba su vianda o compraba lo mas barato a bordo o estaciones intermedias de horario, en las que dicho sea de paso nunca llegaban a horario. Si el viaje, de entrada nomás, parecía eterno, ni contar cuando agarro la famosa Vía Tostado, cuando llego a este pueblo comprendió que nombre nunca más merecido: el tren tomaba una leve barranca cuesta abajo, una curva y se metía en un terreno amplio con varias vías, seco, tostado por el sol; el calor recalentaba la chapa de los vagones, y las dos paletas de metal que oficiaban de ventiladores en los vagones movían un aire denso como algodón, dejando a mi tío aprisionado en su vagón de privilegiado, empezando a entender porque jodían tanto con cuidar el agua, aunque una visita más por los vagones lo convenció de lo contrario con solo ver la cantidad de pasajeros, niños y usos de los enchapados sanitarios, era obvio que la cosa venia brava, y que pronto ni agua podría tomar, aunque recargaran en aquel pueblo cocinado y re cocinado por el calor. Robinson llevaba reservas ( y encima dormía como un bendito), pero Nelson no: no llevaba reservas de bebida alguna y había pasado mala noche, no pego los ojos torturado por el insomnio, los ronquidos desde la otra punta del vagón, había tenido que desayunar el indigno brebaje llamado café y no sabia donde ni con que mojar el garguero, cuando el guarda anunciaba la próxima parada en un pueblucho perdido, seguramente hoy borrado del mapa, y viendo los aprestos que hacían mas que nada en la clase turista o tercera, entre migas de galletitas, restos de sándwiches caseros de milanesas, leche derramada y bártulos a medio desarmar que daban a pensar en una parada de dos horas, Nelson se decidió y bajo a estirar sus piernas. Robinson lo intento, pero a la vista de un destartalado bar en una punta del andén y de un grupo de paisanos en achispado estado, se quedo en la escalera de la puerta y volvió a su butaca mientras su hermano rumbeaba al tugurio a tomarse un trago. Quien dice uno dice dos, quien dice dos, dice varios. No se bien cuantos, pero fueron los curdas locales quienes le avisaron al 'gringo' que el tren se le iba, y allá salio corriendo como desesperado, eso si, sin largar la botella y trepó al primer vagón que pudo que casualmente era el último: el furgón. Ni una posibilidad de pasar al resto de la formación, pues dependiendo el viaje, el furgón puede ser el primer vagón después de la locomotora o el ultimo; podía abrir la puerta que daba a la vía que dejaban detrás, pero no al resto del tren, podía tirarse al campo por la puerta que subió, pero allí estaba atrapado entre bártulos y a una edad que ya no era Indiana Jones para andar saltando por los techos de los vagones, condenado a viajar como equipaje cuando escucho unos ronquidos.


Al menos no estaba solo. Un olor peculiar le llamo la atención y en la escasa luz que entraba por la puerta, vio un esqueleto de madera sin nada encima y con algo de espacio a su alrededor, con un par de ojos mansos adentro que lo llamaban con sentimiento, aquejado ronquido. Nelson busco la linterna que llevaba siempre para emergencias y el delgado haz de luz le revelo a una chancha que hociqueaba desesperada una lata seca. La chancha lo llamo otra vez y Nelson se puso a buscar agua, algo tan inverosímil como buscar un diamante entre los trastos, y al fin de cuentas, lo único que tenia era la botella que no había largado ni cuando se trepo de ultima al tren. Peor es nada, pensó, y le escancio a la porcina una modesta ración de algún brebaje campero.



Ilustraciones: Fotografía de Ferando Carrera, tomadas de la revista en que se usaron las fotos, nota denominada Erre con Erre (de un trabalenguas infantil "erre con erre, carril")
Antiguo mapa ferroviario y los pueblos que unía en el interior de la Pcia. de Santa Fe, lejos de los centros urbanos sobre el Rio Paraná



Segunda Parte





En los vagones de pasajeros, la cosa no iba mejor, a pesar de haber recargado agua, y de los avisos de los guardas, en vagones que cargaban mas de un centenar de pasajeros en la clase popular, niños que había que cambiarles pañales, lavarles el traste, lavarles la cara, mojarse para espantar el calor, el agua se acabo. El calor era una maza que oprimía a la vieja culebra que de deslizaba a una velocidad que nada tenia de envidiable sobre los rieles, un viento norte caliente y seco lijaba las pieles y los ánimos: más bien los soliviantaba. Coincidió con que Robinson noto la falta de su hermano al que suponía vagando por el tren o en el coche comedor y que después de recorrer el ofidio metálico recalentado en toda su extensión, menos el vedado furgón, su hermano no aparecía por ninguna parte. Los guardas debieron de vérselas con matronas enfurecidas, comadres que les restregaban los culos sucios de sus párvulos, furiosas con los mozos del comedor que cobraban en oro una botella de una gaseosa, y un ingles seco como tronco para chimenea que les reclamaba su falta de control sobre el pasaje, ¿cómo no constataban que todo el mundo estuviese a bordo? Otra que el motín del Bounty, solo que acá estaban literalmente en la vía, a media maquina, sin una gota de liquido, con los baños inutilizables, decenas de críos berreando, un calor de Infierno, adiós aire acondionado y ninguna forma de comunicarse con el lejano poblado para ver si habían dejado atrás a un pasajero. Ni un rancho en la cercanía de la vía, como para parar a pedir agua siquiera, ni soñar en que tuvieran un teléfono para llamar a la estación, pues esta de mas esta decir que no lo tenia, y mas en la era del telégrafo. No lo tenían ni el rancho o casa, ni la estación.

El vagón de carga, oscuro y sin vidrios que magnificaran el calor, resulto ser fresco sino cómodo y ajeno al motín del pasaje: Nelson y la chancha se bebieron lo que quedaba en la botella y se durmieron una reparadora siesta hasta que unas 8 o 10 horas mas tarde el tren llego a otro pueblo e hizo parada. Los pasajeros salieron despavoridos como almas perseguidas por el diablo en busca de un baño, agua, algo para tomar a precio accesible que enseguida proveían vendedores oportunos y Robinson seguía ya en tono tajante, casi rayano en el grito en que buscaran a su hermano de alguna forma, cuando entre el gentío que pululaba por el anden vio venir la alta silueta de su ceca, contento como en Pascuas esquivando niños, y riéndose de como casi pierde el tren y tuvo que viajar en el furgón. Les aviso a los guardas de la puerta trasera abierta -a lo que no le dieron ni bola- y les aviso de darles de beber a la chancha a lo cual dieron menos bola todavía. Esto lo irrito: que se lo olvidaran como una maleta, que no pudiera pasar a su vagón, que se acabara el agua, pase; se dijo. Que maltraten a un animal, de ninguna forma.


- Mire Mister-dijo el Jefe de Tren o que tenia pinta de tal, un tipo reseco, moreno y con resentimiento de clase- esa chancha es de un señor militar -y ahí si le pinto respeto en la voz pues estos ya hacían sentir su peso- que la lleva para cenar en Navidad, así que le queda poco hilo en el carretel, ¿sabe? Mientras menos liquido tome mejor, así no mea mientras la degüellan.-

- Oh... all right- y algo en la expresión azul de sus iris supuestamente inocentes le indico a Robinson que lo mejor del motín estaba por venir.Esta vez se aseguraron que todo el mundo estuviera a bordo, los tanques llenos, le sirvieron una aguachirle al pasajero extraviado y los guardas lo escoltaron a su asiento al fresco artificial restablecido en su primerísima clase, aunque rodeado por la mirada inquisidora de casi un centenar de almas. Antes que nada, fue Robinson el que hablo:

- Olvidate de la chancha (1)- dijo en tono de jefe autoritario.-

- Si, si.... seguro.-

- No escuchaste que la chancha es de un militar (que ya venían haciendo campar sus respetos desde los años 30)??-

- Si, si, escuche.-

- Y que estas haciendo entonces?- pues los preparativos que veía no le auguraban nada bueno.-

- Vas a ayudarme o no?- no necesito respuesta mientras se colgaba una cámara fotográfica antigua al cuello y se quitaba en un striptease sin erotismo alguno la ropa que llevaba puesta con la excusa de haber estado por lugares non sanctos (y casi provoca un desmayo masivo entre las damas) y por poco queda prácticamente en camiseta, con aspecto de atorrante mas que de señor

- Voy a tomar otro café- resumió.








Efectivamente rumbeo para el coche comedor, donde se trago el aguachirle desabrida mientras hablaba con un mozo y averiguaba las futuras paradas, con interés de documentalista ferroviario. El jefe de no le quitaba el ojo de encima, mientras Nelson se despachaba contándole de sus abuelos, aquellos legendarios constructores de vías férreas, iba reuniendo un coro a su alrededor escuchando la historia del tendido de ramales secundarios, explicándoles la forma de construcción de las vías, y el ceño del moreno se fruncía mas sin saber porque ya odiaba a ese tipo. Cualquier argentino medio que viajara en primera lo hubiera lanzado del tren en movimiento de haber quedado atrapado en el furgón por tantas horas en mal oliente compañía; este 'gringo' ni se había mosqueado mucho, solo jodió por darle agua a la maldita chancha de un condenado simple suboficial militar que quería cenársela en la Nochebuena y sin embargo tenia una expresión de odio, de resentimiento tal vez enraizada en La Forestal- una esclavista compañía inglesa- porque aquel tipo estaba lejos de la agresión, les hablaba de como surgió en siglo pasado el esqueleto de hierro como el que transitaban, que unía ciudades, pueblos, a su vera fueron surgiendo poblados, llevando hasta donde se podía y lo permitían las autoridades de turno, el progreso, los había transportado en el tiempo, amenizado el viaje y hasta le tomo una foto a la personal de planta completa del comedor, cocinero incluido y por supuesto al Sr. Jefe de Tren con expresión torva. Durante horas eternas estuvo en su asiento, fingiendo leer y pensando en la chancha sedienta del furgón, calculando cuando tardarían en llegar a zona más verde, mas propicia, según el esquema de paradas, que no era muy a menudo ya por cierto, pero ardía de impaciencia. Impaciencia libertadora de chanchas condenadas a muerte. En la próxima parada, le deslizo un billete que hizo abrir los ojos como el dos de oro a un mozo para que se deslizara al furgón y diera de beber al animal, y de ser posible abriera la puerta que daba al tren, mientras se quedaba a la vista del Sr. Jefe y hasta tomando fotografías de la estación. Otra vez en movimiento, el mozo le informo que le había dado de beber a la chancha pero no había podido abrir la puerta, jodida complicación.

- Vas a ayudarme o no?- pregunto por ultima vez y Robinson negó con solo un gesto.

- All right.- Se fue de nuevo al comedor, se trago otro aguachirle cada vez más desabrido y trato de averiguar si en algún momento el tren perdía velocidad. Si, después de tal parada, están cambiando las vías y arreglando un puente; el tramo se hacia a paso de hombre. Por las dudas, le dio otro billete al mozo y se fue a su asiento y en arrebato hasta tomo parte de las provisiones que llevaba Robinson: un reconstituyente trago de whisky, porque la comida del comedor..... torturaba las tripas. ¡Genial idea!En la parada de advertencia, se dejo ver como nunca, se fue a su asiento y luego casi le pasa por encima al Jefe corriendo al baño de hombres, en la otra punta de su vagón. Entro al trono, cerro de un portazo, para salir sigiloso como un gato quedándose agazapado entre las uniones de coches, hasta que el tren perdió velocidad, y con una agilidad que creía perdida se deslizo al suelo, espero por el furgón y trepo sin mayor elegancia.

Cargaba linterna y una navaja como únicas armas. La chancha lo reconoció, le ronco y el le toco el hocico húmedo y frio. El esqueleto en que estaba encerrada estaba remachado como para una bomba nuclear, pero haciendo palanca con la navaja y algún trasto encontrado por allí empezó a desclavar la tapa, tramite que le parecía le tomaba una eternidad. Descargo toda su fuerza hasta que las maderas cedieron y con furia libertadora arrojo la tapa por cualquier parte, y entonces si, navaja entre los dientes, alzo a la cerda y la llevo hasta la puerta. El tren se había convertido en una lombriz por la velocidad que llevaba.

- Buena suerte, bonita- le deseo mientras se dejaba caer junto con el peso muerto del animal, la chancha le dio un hocicazo a modo de beso y salio corriendo lo más rápido que le permitían sus patitas. Nelson se puso en pie gozando con la imagen de la chancha libre, corrió para trepar al furgón a recoger su linterna y por casualidad tropezó con la botella que genero su viaje en compañía animal y en un rapto de imaginación final arrojo la botella dentro del esqueleto, verifico no dejar pruebas, se lanzo del furgón y corrió porque había tardado mucho y el tren empezaba ya tomar carrera, logrando trepar al siguiente vagón: segunda clase. Recorrió el tren a todo trote y se detuvo en el antebaño de su clase para higienizarse.

Rojo, sudoroso, la transpiración le caía en ríos por la cara, parecía venir de tener una charla con Caronte, cuando escucho detrás suyo al Sr. Jefe de Tren:

- ¿Donde estaba?-

Nelson se dio vuelta lentamente le mostró su faz desfigurada por el esfuerzo pues ya no era un mozalbete para andar subiendo y bajando de un tren en marcha, desclavando cajones y alzando fornidos porcinos, y el Sr. Jefe se asusto, pues el mister parecía estar mal, lo que se dice enfermo.

- ¡Cagando hombre!- le espeto en un castellano de lo más nacional y telúrico. Se arrojo agua sin ningún cuidado en el rostro, mientras el corazón parecía querer escapársele del pecho, en parte por alegría, en parte por corriente fatiga, y sin ningunos modales ya, le espeto al hombre que lo había sacado de quicio- ¿hay algún medico en este condenado tren? Lo había. Nelson adujo una cagantina epopéyica, sudores y chuchos de frío; el medico le dio unas pastillas de carbón de su equipaje como para que no visitara el baño en un mes, un antiespasmódico de lo mas corriente y lo arroparon en su asiento como si estuviera por ser finado y encima con un hermano tan desatento y frío.

Cuando por fin el tren entro en la estación Retiro, mi madre y mi tía acogieron al "enfermo" tío, mientras Robinson con una calma chicha más que flema iba por el equipaje. Los gritos de un simple sargento resonaban en el anden, y se le venia encima el mal parido y resentido de Jefe de Tren, a avisarle que faltaba la chancha. En un segundo, Robinson lo petrifico con un aire de superioridad, y le cerró el pico recordándole que no tenían nada que ver con el animal. El milico también se le acerco y entre los dos no pudieron con la fría dignidad de Robinson, un aire de "no dominamos las 3/4 partes del mundo para esto", que los mando dignamente a paseo recordándoles que su hermano, todo un señor que había caído enfermo por el maltrato recibido en el viaje: lo habían olvidado en una estación, de milagro pudo subir al furgón, había viajado en la infecta compañía de ese animal y he ahí que por ello supuestamente había enfermado, les había advertido que la puerta de atrás del furgón estaba abierta, ¿y los guardas que habían hecho? Nada. Ni siquiera le dieron de beber al pobre animal. ¿No habían ido por casi más de media hora a paso de hombre?
Cualquiera puedo subir a robar lo que se le antojara. ¿Donde se pensaba que llevaba el una chancha? ¿¿¿en la valija???, acoto el enfermo que no iba a quedarse escondido entre mujeres y niños.El milico casi le parte la botella de chupi barato en la cabeza al guarda, Robinson y Nelson saludaron con el aire de un señor despidiendo a un lacayo y fueron a reunirse con la familia, que a la vista del milico no tenían aire de ser gente de andar robándose chanchos, hasta que por fin pudieron hablar:

- Lo hiciste- dijo Robinson por todo comentario.-

-Lo hice, pero de verdad me cague- todos los miraron con expresión de no creer que un simple guarda de tren y un milico que no pasaba de sargento le infundieran miedo- Cuando pensé que el tren se me iba y me quedaba en medio del campo, me cagué en las patas...




Ilustraciones: 1)Antigua estación de Gral. Pinedo en estado actual, donde solo pasa un ramal de cargas.
2) El servicio del FFCC Gral. Belgrano partiendo de la estación de Resistencia: en este caso el furgón va detrás de la locomotora, pero si no había tiempo de entrar a playa de maniobras, podía quedar al final. El orden no importaba mucho.
3) La actualidad en un país sin ferrocarriles: Así viaja actualmente la gente que antes podía costear un pasaje en clase turista: en los reducidos espacios que dejan las tolvas sojeras, aunque se sea un anciano de 80 años.

AUTORA: Alejandra (Lady Zuricat)

18 comments:

Alyxandria Faderland 7:30 PM  

Lo que va a ser epico es leerlo de una sola vez.
Cuento largo o novela corta, creo que ya tengo para el libro, como diria Tenazas, o Carmen mi amiga psicoanalista que se los imagina hasta llevados al cine.
Con este, el cuento negro de Dante Alighieri 666, el del casorio, el paseito por el Hades y "la Isabela" ya casi estamos.

Unknown 8:33 PM  

ME GUSTÒ LA HISTORIA.
APARTE
NOMBRASTE PALABRAS QUE ESTAN EN MI MEMORIA DESDE NIÑO...TOSTADO, "LA FORESTAL"...ESE TREN QUE ME HA VISTO VIAJAR.
LOS "SANGUCHES" DE MILANESA, EL POLLO YA COCINADO...EL VIAJE INTERMINABLE, EN FIN, TANTÌSIMOS RECUERDOS.


QUE ESTÈS BIEN.

ADAL

El Analista 8:14 AM  

Bueno, no contento con leerlo en su contexto original me lo mande de una como cualquier goloso, me sigue gustando.

Alyxandria Faderland 3:33 PM  

Adal, hubo investigacion tambien, como rastrear el nro. de servicio del tren, implorarle a un fotografo la foto, ofrecer comprarsela y al final termine (en mi blog) choreandosela en su reedicion. Y si, asi se hablaba a bordo, el cafe con leche intomable, los precios de asalto del coche comedor, y un viaje largo como el relato.

lady ice 6:34 PM  

ya veo que Nelson, con ese nombre le contagio muchas cosas. que vea la vida como un barco y un viaje, de tio contrabandista, sobrina despachante de aduanas; el contaba cuentos, ella los escribe, hacen hablar a los muertos, me vendrian bien en una indagatoria. Aun muriendose estan haciendo un chiste. donde tiene el motor esta gente no lo se... pero hay algo que me contaron, yo al tio no lo conoci por diferencia de edad pero una vez le preguntaron porque le prestaba tanta atencion a una chiquilla desgarbada que no mostraba aun todo lo que podia ser. y el -tio, claro- respondio: callate, ESA chiquilla nos va a dar vida a todos.
ahora me cae la ficha.

lady ice 6:38 PM  

por cierto que nos estamos matando por la Isabela.... ¿sabian que escribe a pedido no? le pidieron una historia para Diana y la hizo la gata del Khan, como no le gusto, la gata le estrecha la mano o pata a un virtual emperador, mi abuelo le pidio una historia y salio la historia del hades, y en esta aparecen varios personajes reales. si que iba a dar vida.

Baakanit 7:26 AM  

Voy a tener que tomar clasecitas de Lady Zurika. Qué poder tienen sus descripciones! Me gustó bastante la metáfora de la serpiente desdentada, de escamas blancas y línea sanguínea.

Umma no se equivoca cuando orgullosamente te recomienda.

P.D. Es irónico leer este post, especialmente ahora que en la capital de mi país se ha construído una línea de metro. Los vagones están pintados del mismo color que lo describes aquí. Te digo que al leer estas descripciones, me imagino las descripciones futurísticas del metro de Santo Domingo. Ya me lo imagino destartalado, arrastrándose como culebra vieja.

Saludos

Adolfo Calatayu 7:50 AM  

Bueno joven,aquí estoy porque he venido...Me impresionó mucho la crónica de Lady Zurikat; directa,hermosamente coloquial,conmovedora por su tristeza y ternura,me llevó como por arte de magia al pasado que no es tan lejano desde lo cronológico,pero sí desde el sentimiento.
Chapeau a las dos !!!

Yessi 11:49 AM  

Vaya, pero que manera de escribir, me gusta leer eso es cierto, pero pocas veces un escrito logra atraparte de tal manera que sientes que lo lees en un segundo, y eso me ha ocurrido hoy...me encantó la historia!!!.

Saludos.

Unknown 1:14 PM  

Gracias por la invitación (en realidad estaba extendida a Yessi pero en mi blog, así que me hice cargo)y me gusta mucho tu idea de coleccionar y preservar y volver a hacer público lo que te ha gustado de los otros blogs.

Muy buena historia nos cuenta Alejandra, a quien no conozco sino de aquí, y hermoso el poema de Adal, que me sorprendió muy gratamente.

Te dejo un abrazo.

Abril Lech 4:29 PM  

Querida Alejandra:

Un excelente trabajo que merecía ser leído en hoja impresa porque en la pantalla me cuesta un perú, pero el cartucho de tinta dijo "basta" y no tuve más remedio. Se aprecia el trabajo de investigación tanto como el literario. Muy bueno.
Me gustó Umma esto de custodiar algunos escritos escogido, sólo espero que Alejandra tenga todo registrado allí en Talcahuano porque más de uno quisiera escribir algo así.
Felicitaciones a ambas.

lady ice 6:50 PM  

los vagones de los Ferrocarriles Argentinos, eran como los que se ven en la foto, blanco y azul francia, con una linea sanguinea en el centro, llevaban pintada la leyenda FERROCARRILES ARGENTINOS en italica para dar idea de velocidad y contaban tres clses, o cuatro. Camarotes con cama, para dos personas, primera con aire acondiconado, segunda casi igual sin AA y turista o tercera, asientos comunes y corrientes. Yo viaje en las tres, me ase, me congele, pero lo hice. en una epoca corrian carreras en un tramo paralelo dos lineas pero ambos servicios con nombres dedicados al libertador San Martin: El gran capitan con destino al norte y El Libertador con destino a Mendoza. pasaban en plena zona urbana a la increible velocidad de 100 km/h. ahora hablan de uno de alta velocidad para miseros 600 km. y el resto del pais incomunicados.
Pero en esta epoca del cuento, lo que tuvimos, la verguenza de haber sido y el dolor de ya no ser, eran asi.

Clarice Baricco 8:56 PM  

Con calma leeré este texto que sin equivocarme sé que será grato a mis ojos. Sobre todo por quien lo escribió.

Buena idea el abrir esta casa.

Felicidades a todos.

Abrazos linda.

Abel Granda 1:01 AM  

Un buen relato sin duda, pero eché en falta un poco de cuidado en el manejo de los acentos, lo que interrumpe, y pone en reversa la lectura , para recuperar el contexto.
Conozco la tórrida pobreza del norte de Santa Fe; de hecho hice ese mismo camino por las mismas fechas, montado en camiones de carga y andando. Mi destino era la Laguna Cristal, la que encontré en su mínima expresión; comí cuises, y hasta una ave de carne negra y barrosa, cuyo nombre he olvidado; tamicé tierra para un arqueólogo que recuperaba trozos de cerámica de los Avipones, a cambio de patatas y conservas; oí con la sangre helada y desarmado, el ruido del puma en la noche. Nunca olvidaré aquel viaje, en que aprendí que mojar una cebolla en tomate triturado puede ser un manjar, a falta de otra cosa.

lady ice 6:35 PM  

miedo a un puma????? el puma tiene terror de los humanos! la cuentista se encontro con uno cara a hocico en santa paz, pero el porque dejemos que lo diga ella a su regreso y el porque del puma tenia mas miedo que todos juntos.
y si, acentos no usa, don lenguaraz, y demos gracias que escribe en cristiano porque un dia de estos postea en ingles. por cierto no uso mayusculas yo.

fgiucich 1:05 PM  

Viene a conocer esta nueva pagina y volveré con más tiempo para leerla completa. Vaya casualidad, en Enero del 70 viajé en ese trén. Quizás, alguna vez, salga otra historia. Abrazos y éxitos.

Unknown 7:05 PM  

FELIZ CUMPLEAÑOS ALEJANDRA!!!

QUE TENGAS UN HERMOSO AÑO!

ADAL

Vicky 11:44 AM  

Pase a dejarte un abrazo.
Caricias para tu alma.

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